viernes, 1 de noviembre de 2019

EL HOMBRE INVISIBLE (1933)



James Whale es uno de los directores con los que más logro identificarme debido a su concepción en lo referente a hacer películas. El realizador británico sabía que el cine es arte pero también es entretenimiento, lo que pareciera que gran parte de los directores actuales han olvidado. Y es que, las únicas justificaciones que encuentro para filmar una película de casi tres horas son: que los hechos relatados lo ameriten como en El Padrino o que se trate de una obra de una belleza plástica digna de contemplarse a detalle como Barry Lyndon; extenderse más de la cuenta ha llegado a convertirse en un vicio que muchos aplauden -cada quien sus gustos- pero que en lo personal llega a hastiarme sobre todo cuando se recurren a diálogos interminables o discursos sobrados y pretenciosos (de plano Tarantinescos).

Por fortuna, no es el caso de El hombre invisible, película a la que le son suficientes setenta minutos para relatar una historia de principio a fin, manteniendo una dosis equilibrada de suspenso, acción, romance e incluso comedia. A esos primeros creativos de Universal Pictures habría que reconocerles la acertada elección de proyectos sobre todo en la serie de películas de horror destinadas a convertirse en clásicos. Siempre he pensado que si no se cuenta con una buena historia, lo más recomendable y menos complicado es acudir a un material literario y eso fue justo lo que James Whale hizo al adaptar la novela homónima de H.G. Wells.

Wells fue un escritor visionario quien, sabía que debido a los avances científico descritos en sus obras, la adaptación de las mismas al  joven arte cinematográfico sería una empresa poco menos que imposible, lo que comprobó al ver desanimado La isla de las almas perdidas basada muy libremente en La isla del Dr. Moreau. No obstante, James Whale ya había demostrado su talento y pericia técnica poniéndose tras la cámara en dos éxitos taquilleros Frankenstein y La novia de Frankenstein.

La historia es muy conocida pero si no la conoce aquí se la abrevio: Al hostal de un pueblo llega un sospechoso personaje cubierto de pies a cabeza, con el rostro vendado, gafas oscuras y sombrero. Su misterioso aspecto despierta la curiosidad de los pueblerinos, quienes obviamente sospechan que algo no anda bien. El susodicho se aloja en una habitación y pide no ser molestado. Posteriormente, descubriremos que se trata de un científico que busca la fórmula para revertir los efectos de una droga que provoca la invisibilidad. Desquiciado al no hallar la solución y ser constantemente acosado por la gente del hostal, revela para horror de todos su secreto. 


A partir de lo anterior, inicia la persecución de un enemigo que no necesita esconderse para cometer cuánto crimen le venga en gana, desde causar desmanes en el pueblo hasta descarrilar trenes. Si bien la historia se apega al original literario, la actitud del protagonista se nota aún más agresiva que en la novela, si aquél era un doctor que planteaba una especie de revolución contra una sociedad específica, éste va más allá pues sus trastornos megalomaniácos (consecuencia de la misma droga) lo llevan a considerar la invisibilidad como el arma más poderosa para robar, violar, asesinar y adueñarse del mundo; ideas delirantes que ni siquiera los sentimientos de su amada podrán menguar. Por cierto, la novia es interpretada por Gloria Stuart, la anciana que aparece en Titanic de James Cameron.
 
Para ser honesto, busco algún aspecto criticable pero no lo encuentro. Quizá a éstas alturas algunos actores y actrices secundarios parezcan un poco salidos de tono, como son los encargados del hostal o el jefe de policía del pueblo, pero en su defensa agregaría que son personajes habituales en la filmografía del director, sus graciosadas funcionan para aligerar un poco la trama que un sector del público y la crítica calificó como violenta en extremo. Y sí, hay algunas escenas que resultaban ser bastante truculentas para la época. Claude Raines, sustituyó en el rol principal a Boris Karloff, después de que el otrora monstruo de Frankenstein abandonara el rodaje, una acertada elección pues como lo dijo el mismo Whale, se necesitaba una voz, no una cara y Raines en ese sentido tenía un acento británico muy teatral. 


Sin duda, lo más sobresaliente y majestuoso (no estoy exagerando) son los efectos visuales. Cuando uno ve películas antiguas o mal hechas, encuentra una explicación para todo, suponemos que las cosas se mueven solas gracias a unos cables y, a veces hasta es fácil percatarse en donde estaban colocados, pues permítanme decirles que en El hombre invisible no sucede eso, solamente a través de la explicación de un experto en efectos especiales es posible comprender la manera en que se consiguieron increíbles escenas como las de las huellas que el asesino va dejando en la tierra y por supuesto aquellas donde deja al descubierto su invisibilidad.


Una película imprescindible para los amantes de la ciencia ficción, el horror, los efectos especiales y las historias de corta duración pero larga vida.

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