Con más de una treintena de premios recibidos y los comentarios favorables de figuras como Wes Craven y Stephen King, The Babadook es una película australiana que cuenta la historia de Amelia (una extraordinaria Essie Davies) y Samuel (un correcto Noah Wiseman), madre e hijo que parecen confinados a padecer un eterno dolor. La mujer incapaz de superar la muerte de su esposo en un trágico accidente, y el niño con severos problemas de conducta, que se agravan con la presunta presencia de un monstruo salido de las páginas de un extraño libro... el cual dista mucho, de ser infantil.
Ya se ha vuelto una costumbre que los realizadores debuten en el espectro cinematográfico con una obra del socorrido género de horror, tal es el caso de la también actriz Jennifer Kent, quien, se adentra en la psique de dos personajes tan desquiciantes como retorcidos, encargados de recordarnos que los peores miedos no vienen del exterior, sino que se encuentran en el interior de nosotros mismos. Lejos de lo que pudiera pensarse, Kent se aleja de los tópicos de casas embrujadas y posesiones diabólicas para sumergirnos en una trama que, más allá de ser terrorífica, termina por agobiar y aturdir al espectador (en el mejor de los sentidos). Para ello se vale de una atinada dirección, que guardando las distancias, se ve influenciada por la mano de expertos creadores de ambientes enfermizos como Roman Polanski y David Lynch. En otras palabras y pese a algunos momentos sobrenaturales, The Babadook es un thriller psicológico, lo que aclaro porque el trailer deja entrever que el asunto va en la línea de cintas como Boogey man (2005) o Mente siniestra (2005) y no, no es por ahí la cosa o por lo menos, no como nos lo han contado cientos de veces.
Ni siquiera es la figura de ese ser llamado Babadook -que por cierto me recuerda mucho a un personaje interpretado por Lon Chaney- quien nos brinda los momentos más angustiantes, tampoco son las paredes que se desquebrajan, ni el dichoso libro con ilustraciones macabras. Lo que en verdad aterroriza, es la relación que se va tornando más enfermiza e insostenible entre la madre y el hijo. Acaso si la tristeza y la felicidad son sentimientos que se contagian y se comparten ¿Lo mismo sucede con la locura?
Al final, la cinta no deja cabos sueltos, pero si algunas reflexiones sobre la demencia como consecuencia del rechazo social, la destrucción del vínculo familiar y la incapacidad de sobreponerse a una pérdida irreparable.
Buena opera prima. Les suplico NO se haga una secuela.
No gustan las de horror. :S
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