Un demonio anda suelto en un pueblecillo estadounidense matando a cuanto cristiano se cruza en su camino. La policía sin encontrar una respuesta lógica a los crimenes que, apuntan a una especie de locura que se contagia de un habitante a otro, termina por darle un voto de confianza al locochón cazador Jebediah Woodley (Dolph Lundgren).
Haciendole segunda está la actriz alemana Kristina Klebe en el papel de una agente que cae enamorada de sus músculos después de verlo sin camisa en la clásica escena del fulano curando sus heridas en un hotel. Otro caso de empatía metida a chaleco, literal.
Volviendo al argumento, la supuesta novedad consiste en el modus operandi del chamuco. Resulta que se trata de un demonio antiquísimo que al posesionarse de un cuerpo tiene el poder de transmutarse en la persona que lo mate. Es así que, si un policía dispara a un poseído, el demonio toma el cuerpo del policía y así sucesivamente hasta convertirse en un matadero sin fin. En ese sentido reconozco que se esforzaron en ser originales, por desgracia, la solución para atrapar al ente maligno deriva en una genuina barbaridad sin pies ni cabeza.
Después de explicar el origen del demonio, caer en una serie de contradicciones y escuchar frases sangronas cortesía de Lundgren interpretando a un personaje anacrónico sacado del siglo XIX, la película sale del letargo pasados los cuarenta minutos. Escena de gore al por mayor con demonio atacando sin piedad en una iglesia; mutilando miembros, destrozando cabezas (de personajes que a leguas se nota son muñecos), repartiendo hachazos y volando sesos, mientras salta de cuerpo en cuerpo en los escasos tres minutos más entretenidos de la cinta. La abuela endiablada se lleva las palmas mientras que Lundgren luce como el héroe más desorientado que haya visto.
Al final dejan abierta la posibilidad de una continuación. Ahora que Dolph Lundgren ha sido invitado a participar en el próximo Sharknado, no les extrañe que sea en un cameo interpretando al tal Jebediah Woodley.
Estrenada en el Festival Macabro 2017 después de exhibirse en Sitges Cataluña, Dont kill it es una película que hace preguntarme cuáles son los criterios que los organizadores toman en cuenta para programar determinado título. Pareciera que en la actualidad basta que un filme cumpla con el requisito de pertenecer al género de horror para formar parte de éstas muestras. Dont kill it está a años luz de convertirse en una obra de culto y apuesto que en México ni siquiera tendra una corrida comercial fuera de los circuitos festivaleros.
Veamos con el tiempo quién tiene la razón.
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