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jueves, 31 de octubre de 2019

LA GENTE DETRAS DE LAS PAREDES (1991)


Debo confesar que nunca me he considerado un fan de Wes Craven, como sí lo soy por ejemplo de John Carpenter, no obstante, hay un par de películas con las que el buen Wesley Earl Craven se ganó mi interés: Pesadilla en la calle del infierno y La serpiente y el arcoíris. Con ese antecedente fui a ver Shocker: 10,000 voltios de terror, un despropósito total digno de pasar al olvido, sin embargo, conservaba la esperanza de que el otrora creador de Freddy se reivindicara en su siguiente filme.

Recuerdo haber visto el tráiler de La gente detrás de las paredes (título más acertado que el original The people under the stairs) en el cine, cuando todavía se presentaban los avances en español, cabe decir que el narrador era buenísimo. El caso es que mientras pasaban la imagen de una lúgubre casa, la voz en off decía algo así como "en cada vecindario hay una casa sobre la que los adultos murmuran y los niños cruzan la calle para evitarla", contando con 16 años, esa frase bastó para despertar mi curiosidad.

Quizá la película en cuestión no marcó el regreso espectacular de Wes Craven, pero a diferencia del fracaso económico que fue Shocker, ésta tuvo una recaudación en taquilla de aproximadamente 30 millones de dólares, cantidad nada despreciable para una cinta clase B. 

La historia va de un niño ladrón que, tras un frustrado intento de robo, queda atrapado en la casa de un par de hermanos psicópatas, quienes a su vez, tienen secuestrados a un grupo de adolescentes en el sótano. 



Los primeros minutos cumplen como película de horror, se genera una atmósfera tétrica sobre todo a partir de la extraña relación entre la hermana loca y una "hija" que mantienen cautiva. Pero cuando vemos que el niño (un afroamericano de bajos recursos, justificación para que a nadie le interese su paradero, bendita incorrección política noventera), se sobresalta exhibiendo unas reacciones que provocan más risa que susto, caemos en la cuenta de que el tono no es serio, por el contrario, se torna tan caricaturesco, que por momentos parece hecha para disfrute de los menores de edad que gustaban del género de horror pero a los cuales no les permitían entrar a ver películas clasificación C. 


Craven se pierde en sus desvaríos y no se define por un género específico, por un lado se trata de una película de aventuras con unos niños que no parecen asustarse ante la amenaza de unas trampas mortíferas colocadas por toda la casa y, por el otro, es un filme gore con un par de asesinos, quienes por mucho inclinan la balanza a su favor en lo que a actuaciones se refiere; Wendy Robie, quien a primera instancia pensé era un travestido y Everett McGill, a quien solo recordaba interpretando a un villano menor en 007 Licencia para matar. Y no es que brinden fabulosas actuaciones, pero su exagerada teatralidad a fin de cuentas, aporta en el caso de ella, un aspecto escalofriante y grotesco, y en lo que respecta a él, lo convierte en un desquiciado muy divertido (una verdadera locura verlo enfundado en su traje leather de sadomasoquista armado con una escopeta, vaya ocurrencia).


En conclusión, considerando que su estreno se remonta a casi tres décadas, es obvio que el tiempo le ha pasado factura; después de verla de nuevo me pregunto cómo es que no me di cuenta en el primer visionado de tantos cabos sueltos y ambigüedades. Seguramente no lo hice porque a pesar de ser una película cuyo argumento se sostiene con pinzas, resulta ser un disparate bastante entretenido.