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domingo, 25 de junio de 2017

TRAMPA PARA TURISTAS (1979)

Abordo de un auto, tres chicas -dos de muy buen ver- y el novio de una de ellas, viajan a través de una carretera. Como es costumbre y de esperarse, el vehículo se avería dejándolos a su suerte en un paraje solitario de la América profunda. Ahí conocen a un granjero misterioso que se ofrece a ayudarlos a arreglar el auto mientras las chavas esperan en su casa, que no es otra cosa que un museo de cera para turistas cuyas figuras fabrica él mismo.


Película de horror, que a casi cuarenta de años de su estreno y pese a ser considerada por muchos una pequeña y desconocida joya del género, no me parece una maravilla, sin embargo, tiene algunos elementos rescatables. 

La opera prima de David Schmoeller, de quien pueden encontrar en éste blog también el título Crawlspace, fusiona dos subgéneros de moda durante los años setenta que, cobrarían mayor auge en la década siguiente: las casas embrujadas y el slasher. Quizá esa combinación sea el mayor mérito de la cinta, que no aterroriza pero por lapsos consigue generar el suspenso suficiente para mantener el interés. 


La trama nos muestra a un psicópata que no contento con dejar caer el hacha sobre sus víctimas, tiene poderes de telequinesis, los cuales no duda  usar para cerrar ventanas, azotar puertas, lanzar objetos y mover maniquies como si fueran personas. Es una especie de combinación entre Carrie White y Jason Voorhees, aunque a diferencia del asesino con máscara de Hockey al que apenas escuchamos gruñir, éste si cuenta con voz propia para contarnos su historia. 


Para ser un slasher es bastante fresón, no llega a cinco muertos, tampoco corre mucha sangre y olvíden la idea de deleitarse viendo en topless a alguna de las actrices, porque -extrañamente- no hay ninguna escena sexual ni para hacer tiempo.


En el reparto integrado por cinco actores solo destacan los nombres del veterano Chuck Connors, conocido por protagonizar la serie televisiva El hombre del rifle y encasillado en papeles de vaquero, quien saca adelante de manera aceptable el rol del psicópata telépata y, el de la desconocida en ese tiempo, poco talentosa pero de presencia atractiva y cachonda Tanya Roberts, rubia ex-chica Bond aquí con el cabello negro.




Considerando que se trata de una película con bastantes años a cuestas y una producción de cine B, los efectos especiales no están tan mal, sobre todo en lo que a objetos voladores se refiere, lástima que no se pueda decir lo mismo de los maniquies a los que el tiempo ya les pasó factura. Richard O. Helmer, el creador de estos efectos demostraría décadas después que, contando con mayor presupuesto podía ofrecer mejores trabajos, ejemplo de ello: Spiderman 2, Capitán Sky y el mundo del mañana y Zathura, entre otros.

De visionado rápido gracias a que apenas rebasa los 80 minutos de duración, la película funciona sin ponerse muy exigentes como entretenimiento pasajero, pero nada más.
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domingo, 18 de junio de 2017

HOUSE OF 1000 CORPSES (2004)



Su nombre es Rob Zombie y éste es el cine que le gusta.

Con esta simple oración podría describir la película House of 1000 corpses. Sin embargo, antes de  desmenuzarla, habría que comentar quién es el realizador y qué ha hecho durante casi 30 años de carrera artística.

Resulta que a principios de los años noventa, irrumpió en la escena musical un grupo metalero llamado White Zombie (nombre inspirado en la película homónima protagonizada por Boris Karloff  en 1932) primera de muchas referencias cinematógraficas que se volverán sello característico de Robert Cummings alias Rob Zombie, líder de dicha banda. 


El buen Rob, a su decir, nació en un pueblo aburrido en donde había poco que hacer, siendo el cementerio el único lugar interesante a falta de un cine u otro divertimento. Desde niño se convirtió en un teleadicto, pasaba días enteros frente al televisor y conocía de memoria la programación semanal. 

Sinceramente desconozco porqué siendo su sueño inicial ser director de cine se inclinó por la música, quizá por su admiración a Alice Cooper y Gene Simmons. Eso lo dejo para los eruditos del tema. El caso es que destacó en la escuela de Bellas Artes de la secundaria Haverhill High  por su habilidad para dibujar y una desbordante imaginación, eso si muy siniestra.


Lo anterior contribuyó a darle ese estilo particular a White Zombie una vez formado. Hasta ese momento Alice Cooper, Black Sabath, Goblin y Michael Jackson -con el video Thriller- eran algunos de los interpretes que más se habían acercado a lo que podríamos definir como música de terror, aunque no eran conceptos que abarcaban una totalidad. Rob escribía letras que hacían referencia directa a una cinta, mencionaba los títulos dentro de las canciones, recreaba en sus videos escenas y personajes de filmes clásicos como Naranja mecánica (ver el video Never gonna stop), diseñaba escenografías y vestuarios convirtiendo a los conciertos en una experiencia teatral. En plan solista las cosas no cambiaron mucho, como opinión personal, mejoraron.En fin, más allá de que a uno le guste o no su música, se nota el interés por mantener la misma calidad tanto en lo auditivo como en lo visual. 


 Con un nombre reconocido, ganador de vayan ustedes a saber cuántos discos de platino y una legión de seguidores incondicionales, Rob Zombie por fin estaría cerca de su sueño: Dirigir. Se le ofreció la tercera parte de El cuervo, proyecto que abandonó a los dos años de no concretarse el guión. A la postre se haría la olvidable The Crow: Salvation

En 2004, Universal Pictures dio un voto de confianza al metalero y 7 millones de dólares para filmar su opera prima: House of 1000 corpses.


Comencemos por el guión, una de las cosas que más me brinca. Zombie asegura que estuvo trabajando desde 1999 en el proyecto. Según después de ver la primera parte de Scream de Wes Craven, pensó que era una porquería y que, él sin ser director podía filmar algo menos mediocre.


Siento contradecir al artista, pero Scream sin llegar a ser un parteaguas en el cine de horror, por lo menos consiguió volver a poner de moda el caduco subgénero Slasher con una premisa fresca e incluso simpática. Contrariamente a House of 1000 corpses que, no es otra cosa que un remake de La masacre de Texas de Tobe Hooper aderezado con referencias de cuánta película similar se les ocurra. Si no me creen ¿Cómo les suena esto?


A finales de los años setenta, dos parejas de jovenes viajan por una carretera. Llegan a una gasolinera en donde el Capitán Spaulding, un fulano pintado de payaso -quien desde el minuto uno ya sabemos que es un loco asesino- los invita a dar un recorrido por un museo de asesinos seriales que ya lo quisiera Six Flags. Acto seguido, los chavales le preguntan si conoce la ubicación de un sitio donde según una leyenda un tal Dr. Satan cometía sus crímenes (no cabe duda que los gringos son morbosos con ganas). El payaso les hace un croquis y solitos se van al matadero, el que por su gusto es buey...


Ahí, son capturados por una familia de sádicos, depravados y deformes. Incluído un idiota casi gemelo de Leatherface (otra calca de La masacre). En adelante no hay más que una sucesión de escenas sangrientas y bonitas torturas para deleite de los amantes de las tripas. Es predecible a quién van a matar primero y quien por extraño e improbable que parezca va a sobrevivir, no por algo es el género de "la chica tonta perseguida por asesino más tonto".


Entre la galería de degenerados variopintos practicantes de necrofilia, canibalismo y ritos satánicos, desde el líder Otis (Bill Moseley) pasando por el Capitán Spaulding (Sid Haig) hasta llegar al Dr. Satan (Walter Phelan), sobresale la presencia de Baby, interpretada por Sheri Moon Zombie, esposa del realizador, quien de actuación ofrece poco, pero enseña otros talentos para devolver el interés a una trama que no da para mucho. 


Como se habrán dado cuenta, en lo que a argumento se refiere Zombie no se quiebra la cabeza y va hilvanando una serie de eventos y lugares comunes; recurre a una inserción de escenas que sirven como carta de presentación de los personajes malvados y a varias imagenes alucinantes filmadas en negativo, mismas que eran clásicas de sus videos musicales (ver Superbeast). Tecnicamente no se le puede reprochar nada. Me gustó la paleta de color de tonalidades intensas propia del cine de Dario Argento (semejantes a los de Suspiria) donde destaca el rojo. Punto a favor, dejen los grises y negros para las películas de misterio. 


Los 7 millones de dólares invertidos se justifican en el diseño de producción, el realizador no se esforzó en escribir un libreto original, sin embargo, puso notable empeño en  los escenarios, el vestuario, el maquillaje y los decorados. Por último y como era de esperarse, el soundtrack no tiene desperdicio, va de lo terrorífico a lo estridente. No volvería a ver la película en un cierto tiempo pero hay algunas rolas que no me canso de escuchar.


Al final todo se resume en un catálogo de referencias. Nos enteramos que a Rob Zombie le gusta el gore, el giallo, los clásicos de horror de Universal, los slashers ochenteros, el cine Grindhouse o de explotación, los Munsters; y que admira a Todd Browning,  Herschell Gordon Lewis, Tobe Hooper y a Wes Craven en sus inicios.


De Rob Zombie me quedo primero con su señora, luego con su música y al final con sus películas. Cuestión de gustos.
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domingo, 4 de junio de 2017

SANTOS VS LA TETONA MENDOZA (2012)



Hace poco más de veinte años recuerdo haber tenido en mis manos por primera vez el suplemento dominical del diario La jornada. Se trataba de una serie de tiras cómicas que en gran parte hacían una crítica al acontecer político nacional, su nombre: Las Histerietas.

Una en particular llamaba mi atención, al grado de empezar a coleccionar cada edición que mi padre llevaba a casa. Se trataba nada más y nada menos que El Santos vs la Tetona Mendoza, cuyo argumento era tan descabellado que era inútil buscarle pies y cabeza. Y eso era lo que le otorgaba el adjetivo de divertido. Las anécdotas llenas de humor escatológico, sexoso, irreverente, vulgar y soez, eran -por extraño que parezca – por demás divertidas, claro que, en gustos se rompen géneros y lo que para unos es morbosamente chistoso para otros puede ser vulgar y ofensivo. 


Realizadas por José Trinidad Camacho (TRINO) y José Ignacio Solórzano (JIS), las aventuras del luchador enmascarado el Santos - "Sanx" llamado así por su fiel Cabo- gozaron de un notable éxito durante la década de los noventa, lo que propició la edición de varias antologías que hicieron que sus creadores formaran parte de la elite de caricaturistas mexicanos.

Hoy, veinte años después llega la adaptación cinematográfica de manos de Átomo films, extensión de Anima Studios, responsables de producciones como Don Gato y su pandilla (2011) y La leyenda de la llorona (2011). Dirigida por Alejandro Lozano (Matando Cabos), la película respeta el diseño de los personajes impresos en papel, tiene una animación magnífica y un diseño de arte bastante atractivo.


La cinta dirigida a los amantes incondicionales del personaje rescata la esencia de la historieta. Santos, un luchador panzón que obvio es una parodia homenaje al Santo enmascarado de plata, mantiene una relación de amor-odio con la Tetona Mendoza, también ex luchadora voluptuosa de grandes atributos que lidera unos tugurios, acompañada por las Poquianchis del espacio. El estado depresivo en que lo deja su último rompimiento con la Tetona despierta en el Santos el interés por integrar a la sociedad a los Zombis de Sahuayo, criaturas con las comienza a sentir empatía. Pero sus buenas intenciones solo le acarrean problemas.


Como fan de la tira cómica puedo decir que no convence del todo que se haya escrito una historia completa (y sobre todo de tanta duración), porque el asunto se torna tedioso a la media hora de estar escuchando groserías y leperadas que en un principio por ser personajes animados causan gracia. La experiencia nos indica que las tiras cómicas al ser trasladadas al cine o tv en forma de largometraje, tienen mayor éxito cuando se presentan como una serie de chistes con un tema en común, pero independientes entre sí. Tal es el caso de Mafalda y Snoopy, por citar dos ejemplos.

Pese a que la película es muy fiel al material original, se agregan parodias de muchas cintas, algunas afortunadas, otras lamentables. Eso provoca cierto desconcierto porque en la historieta no se apelaba a ese recurso, pero en fin el director pretendió alargar la aventura de cualquier forma posible.


Con respecto a las voces, hay una desfile de estrellas del cine mexicano (bueno y Cheech Marin) pero la realidad es que de ese enorme elenco, pocos marcan una diferencia y lo que es peor, hay unas voces que ni siquiera se adivina de quién son, tal es el caso de los Bichir. Así que les sugiero que al final del filme no se levanten de su asiento si quieren saber quién era Guillermo del Toro, por ejemplo. Destacan por su participación Joaquín Cosio, Andrés Bustamante “el güiri-güiri”, José María Yazpik y Regina Orozco. No así Daniel Giménez Cacho extraordinario actor que como Santos demuestra que lo suyo no es darle voz a un personaje animado, ya que habla entre dientes y por momentos es inaudible e inexpresivo.


Razones para verla: Sin duda la animación porque es de lo mejor que he visto en el cine mexicano actual.

Razones para no recomendarla: Para algunas personas como ya señalé puede ser demasiado vulgar.

Razones para no perdérsela: Si eres un súper fanático de la historieta esa es la mejor razón.