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jueves, 16 de abril de 2015

EL FIN DE LOS TIEMPOS (2008)

Una amenaza invisible se cierne sobre algunas ciudades estadounidenses, ésta consiste en provocar que las personas pierdan el instinto de supervivencia y de forma inexplicable comiencen a suicidarse por todos los medios que tengan a su alcance. 

El director M. Night Shyamalan, a quien me ha dado por llamar "El hombre de las grandes premisas y los desenlaces fatales", se nutre de la literatura de ciencia ficción (H.G. Wells) y horror (Arthur Machen) de principios del siglo XX, para contarnos una anécdota que, si bien atrapa desde el primer minuto y mantiene el interés logrando algunos momentos de mediana tensión durante la primera mitad, se va a pique en la segunda parte.


En medio del desconcierto que significa observar cómo la gente se lanza desde lo alto de un edificio o se vuela la tapa de los sesos sin mayor dificultad que jalar el gatillo, la historia se centra en un matrimonio formado por un profesor de ciencias naturales interpretado por Mark Wahlberg y su joven esposa, "Summer" Zooey Deschanel, quienes se supone están teniendo una crisis matrimonial (bastante ñoños sus malentendidos, por cierto). Ésta problemática que deben superar al tiempo que hallan la forma de sobrevivir, la asemeja a la película La guerra de los Mundos (2005). Y eso, solo es el inicio de una cinta con tintes ecologistas que, pretende hacer una reflexión bastante chabacana, acerca de los misterios de la naturaleza, una especie de advertencia sobre los riesgos de enfurecer a las especies con las que compartimos el planeta y al mismo tiempo una lección sobre aprovechar cada minuto de nuestras vidas porque podría ser el último. Insisto, no estamos ante nada nuevo, una premisa similar  la encontramos con resultados que están a años luz en la cinta Los pájaros (1963) y en la novela El terror de Arthur Machen escrita hace 100 años. 

El fin de los tiempos, me parece el clásico tipo de película post-El sexto sentido (1999) en donde no hay nada que reclamar a Shyamalan en el rubro técnico ni estético, pero ni como ayudarlo con un guión poco desarrollado y en el que, pareciera que para quitarse la responsabilidad de dar argumentos sólidos, el director prefirió recurrir a una explicación de los hechos tan circunstancial como reiterativa.


Otra falla la encuentro en los personajes. Estoy de acuerdo en que no sean superhéroes y se pretenda que actúen como personas normales, sin embargo, existen algunas contradicciones. Por ejemplo, Wahlberg es un profesor capaz de formular una hipótesis científica en cosa de segundos considerando factores naturales como el clima, la velocidad del viento, etc. ¿Entonces cómo es posible que no distinga a simple vista entre una planta verdadera y una de plástico?

Luego, tenemos a una anciana amargosa y paranoica que vive alejada del mundo, evitando a toda costa el contacto con el exterior del cuál afirma no necesita ni quiere saber nada. Inverosímil es entonces, que dicho personaje sea quien mueva los hilos sentimentales del matrimonio, al sacarse de la manga la pregunta "¿Y en su caso quién de los dos corteja al otro?" ¡Por Dios!

El chiste es que, con el único interés de saber con que vuelta de tuerca iba a salir Shyamalan, vi la película completa y la única sorpresa es que no hay sorpresas. Otra vez, al final se presentan las similitudes con La guerra de los mundos de H.G. Wells y no solo eso, los tres últimos minutos recuerdan  a Los usurpadores de cuerpos (1978) de Philip Kaufman, pero sin cuota de suspenso.

Véanla bajo su propio riesgo.
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Esta entrada fue patrocinada por el blog Películas de Terror

jueves, 2 de abril de 2015

SANTO CONTRA EL ESPECTRO DEL ESTRANGULADOR (1963)

El supuesto cadáver de un criminal conocido como El estrangulador es sustraído de la morgue, todo apunta a que el susodicho como versa la canción "no andaba muerto" y gracias a su fortachón ayudante, planea volver a hacer lo que más le gusta: asesinar a los artistas del Teatro Variedades (con semejantes números musicales le doy la razón). Sin embargo, sus siniestros propósitos se verán frustrados gracias a El Santo, enmascarado de plata.

Un 31 de marzo de 1963, se estrenó otra de las descabelladas obras del maestro de los encordados, las cachetadas y el humor involuntario, El Santo, en ésta ocasión dirigido por el fallido lente de Rene Cardona.

Tercera parte de un serial de incoherente guión, que no se toma muchas molestias y plagia descaradamente la trama de Museo de cera (1953), con Roberto Cañedo como un pálido Vincent Price de risa nada macabra pero si muy contagiosa y, Gerardo "El chiquilín" Zepeda haciendo sus pininos en la actuación como lo hiciera Charles Bronson, en el citado clásico de André de Toth.

Aventura de recursos técnicos y narrativos pauperrimos; deslucida, soporífera y carente del encanto propio del cine de luchadores, sobre todo por que cada tres minutos se interrumpe la trama principal para insertar números musicales (¡De verdadero horror!) interpretados por Alberto Vázquez y Ofelia Montesco. Es así que, el asesino disfrazado de fantasma de la opera, va matando gente para luego desenterrar sus cuerpos y crear su museo de cera; dándose un tiempo para tocar de forma fatal el órgano, mientras el Santo saca unas deducciones que le revolverían el estomago a Sherlock Holmes. 

Uno de los niveles más bajos que puede tocar un género que, con otros títulos por lo menos consigue causar gracia. Sirvan estas líneas como advertencia.
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