domingo, 31 de mayo de 2015

SANTO Y BLUE DEMON EN EL MUNDO DE LOS MUERTOS (1970)

Título que inevitablemente remite a cualquiera de las películas de George A. Romero acerca de muertos vivientes, donde si bien aparecen algunos zombies deplorables, en realidad va de otra cosa ¡Y qué cosa Dios mío! Juro que André Breton, Luis Buñuel, Salvador Dalí y un William Burroughs con doble dosis de morfina y ahogado en alcohol, no hubieran conseguido crear juntos una trama tan surrealista, delirante y descabellada.

Al inicio de la película en el contexto del México colonial,  uno de los ancestros de El Santo, ataviado con sus tradicionales mallas plateadas pero armado con florete, cual si fuera una parodia del Don Juan Tenorio de José Zorrilla, combate a la demoníaca bruja Doña Damiana (Pilar Pellicer). Como sus esbirros le son de poca ayuda, la susodicha invoca al mismísimo Belcebú para que le envíe a un aliado que esté al nivel del ídolo de los encordados, ese socio resulta ser "el manotas" Blue Demon. Nótese el supuesto ingenio del guionista Rafael García Travesi, para aprovechar el mote del demonio azul, quien, como en muchas otras ocasiones queda relegado a hacer el papel de un achichincle sin importancia. Primera mitad que parece interminable hasta que la bruja vencida por El Santo (católico y apostólico), lanza una maldición a éste y a todos los descendientes de los responsables de chamuscar a su secta satánica. Curioso caso el del padrecito (Guillermo Álvarez Bianchi) en quien también cae esa maldición. Por lo menos, mojigatos no eran.



Segunda mitad donde la brujería, las posesiones diabólicas y las citas religiosas del padre ultra-conservador, se mezclan con las obligadas luchas de dos a tres caídas sin límite de tiempo metidas a la de a fuerzas. 

Cinta accidentalmente dadaísta, que recuerda esos experimentos que consistían en recortar frases inconexas de una publicación, para luego unirlas y "ver que sale". Escenas oníricas (la pesadilla de quien cenó demasiado), en las que por obra y gracia del director Gilberto Martínez Solares, Santo el enmascarado de plata desciende a los infiernos dantescos, vil robo de un documental sobre la erupción de un volcán. Mención aparte, la inserción de una escena real en la que los espectadores somos testigos de una operación a corazón abierto. Así es, el paciente que se presume se trata de El Santo, es abierto por la mitad en momento gore impactante/repulsivo/sorprendente, que quita el aliento, para luego provocar la risotada cuando el luchador sale del hospital como si nada.



Coreografías luchísticas de risa loca en escenarios de cartón-piedra, "musicalizadas" por el increíblemente multi requerido Gustavo Carrión y sus deplorables arreglos (percusiones que no vienen al caso y lamentos de ultratumba que no asustan pero cómo fastidian). 

Solo para amantes del cine bizarro.

"De ninguna manera volveré a ver una película de El Santo, no soporto ver algo más surrealista que mis pinturas"

Salvador Dalí 
(No lo dijo, pero seguro lo pensó).
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