domingo, 3 de julio de 2016

TERMINATOR: GÉNESIS (2015)


Como saben quienes han leído mis comentarios en este blog anteriormente, suelo iniciar mis análisis con una breve sinopsis de la película en cuestión, sin embargo dado que Terminator: Génesis no tiene pies ni cabeza, creo que me veré obligado a omitir esa parte. Sí, ya sé que muchos críticos ubican a la cinta entre las tres mejores de la saga, para mi está a años luz de las dos primeras, por debajo de Terminator:Salvation (que tampoco es la gran cosa) y apenas a la altura de la insufrible Terminator 3:La rebelión de las máquinas. 

¿Por qué volver a lo mismo? Otra vez la burra al trigo con Sarah Connor, cuando en la última película ya habíamos superado las odiseas en el tiempo y nos situaban por fin en el campo de batalla junto a John Connor y Kyle Reese enfrentando a las máquinas. ¿Para qué mostrarnos otra vez ese prólogo en donde nos dicen que un día por culpa de Skynet se va a destruir el mundo como lo conocemos? Se supone que el público que va a ver la película es fanático de la saga y esto se lo sabe de memoria, paja y más paja para hacer tiempo ¿Alguien no sabía que Reese fue enviado al pasado para salvar a Sarah? Lo dudo, hasta mi sobrino de 10 años tenía conocimiento de ello, pero quizá los guionistas de la película no sabían que existen unos aparatos llamados reproductores de DVD y que gracias a estos, se pueden ver películas filmadas hace muchos años atrás. 


Referencia de la referencia, que no sorprende a nadie y carga dramática nula "¿Soy el padre de John?" dice desconcertado Kyle a una indiferente Sarah, quien ahora en plan guerrillero se queja de no tener opciones, pero que cuando se le presenta la oportunidad de elegir, escoge pan con lo mismo (igual que quienes pagaron un boleto por ver la película).

Argumento que no conforme con ofrecer las paradojas típicas del género -esas que el espectador termina por aceptar y ya ni cuestiona- se hunde en una arena movediza de la que entre más intenta salir menos se le ve salvación. Acción trepidante con enredos temporales, que hacen sentir que las entregas anteriores no tuvieron ningún sentido (véase como si fuera un mal sueño de cualquiera de los involucrados).

Schwarzenneger en plan nostálgico con la cara de palo, el papel que mejor se le da por su ya conocido histrionismo, es un Terminator más parlanchin, un cyborg que ya no se limita a decir I´ll be back o Hasta la vista baby, sino que ahora se avienta unos discursos científico-cantinflescos, al tiempo que se asume como abuelo protector de Sarita. Arnold, patético en sus intentos por parecer gracioso confirma que como comediante es un gran político.


Dos horas sin momentos memorables ni sorpresas, salvo el giro relacionado con el villano. Ojalá ya haya terminado Terminator.

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