domingo, 24 de agosto de 2014

ESKALOFRÍO (2008)


Santi padece una extraña enfermedad, la cual provoca que su piel sea literalmente calcinada por la luz del sol y sus colmillos crezcan más de lo normal. La madre preocupada sabiendo que la deficiencia puede llevarlo a la muerte, decide que lo mejor es abandonar la ciudad. Es así como ambos se trasladan a un bosque en donde los rayos solares quedan ocultos tras los arboles, predominando la mayor parte del tiempo la oscuridad.

Su llegada coincide con el inicio de una serie de brutales asesinatos. Estar en el lugar y la hora equivocados, unido a su desconcertante aspecto y a una coartada poco convincente, convierte a Santi en el principal sospechoso, pero el joven está dispuesto a comprobar su inocencia y de paso resolver el enigma.

“De los productores de El Orfanato”, esa es la carta de presentación – o gancho comercial- de la película española dirigida por Isidro Ortiz. Mientras que El Orfanato (2007) sigue la línea impuesta por Alejandro Amenabar y Guillermo del Toro, cineastas que no apelan al recurso del susto por la vía fácil, Eskalofrío apuesta por un cine de horror que mezcla todos los sitios comunes y estereotipos de las cintas estadounidenses de los años 80, los experimentos del tipo El proyecto de la bruja de Blair (1999) y sobre todo de las recientes producciones orientales. Más de un fanático del llamado giallo italiano notará el parecido existente entre Eskalofrío y Phenomena (1985), película de terror sobrenatural dirigida por el Darío Argento, en donde una chica – una jovencísima Jennifer Connelly- con poderes telepáticos sigue la huella de un engendro homicida que ataca en un siniestro bosque.


El interés que en un principio genera un personaje con características vampíricas que lo condenan a vivir en la oscuridad, jugando del lado del bien y enfrentándose a una amenaza desconocida  -y no, no me refiero a Blade el cazador de vampiros- pronto disminuye, ya que el defecto físico que daba pie a exponer situaciones en donde el protagonista se viera en mayor riesgo, es desaprovechada casi por completo, convirtiéndose en un detalle de poca trascendencia.

Ante los hechos iniciales, la fuerza de la costumbre nos lleva a pensar que estamos ante una historia más de fantasmas buscando venganza, con niña azul de cabellos maltratados incluida (sí, la misma que hemos visto en La maldición, El aro y un largo etcétera).


A la mitad, una vuelta de tuerca deja a un lado el aspecto fantasioso, para explicar un caso de nota roja en donde, como sucede en El laberinto del Fauno (2006), los seres humanos pasan a ser los verdaderos monstruos, sin embargo el resultado es un tanto fallido, sobre todo por unos diálogos caricaturescos como “Nunca debieron haber venido, váyanse antes de que sea demasiado tarde”. Para el tramo final, la película se torna chacotera, la clásica historia de horror adolescente, con novia que se pone romántica en el momento menos indicado y amigo gracioso experto en el tema que ofrece su ayuda incondicional ¿Sería acaso un homenaje a Corey Feldman quien hace un papel similar en Los Muchachos Perdidos (1987)?

Una cinta donde las referencias al cine de horror ochentero y los guiños de ojo están a la orden del día o mejor dicho -en este caso- de la noche. Poco original pero entretenida.

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