sábado, 7 de junio de 2014

THE CITY OF THE DEAD (1960)

Entusiasmada por las historias sobre hechicería que con tanto énfasis le ha contado el profesor Driscoll (Christopher Lee), Nan Barlow, una estudiante británica, decide ir a un pueblo llamado Whitewood, en donde a finales del siglo XVII los pobladores enviaron a la hoguera a una presunta bruja. Convencida de que dicho sitio es ideal para encontrar información acerca de la práctica de la brujería, la chica emprende el viaje pese a la negativa de su novio y de su hermano. Whitewood resulta ser una comunidad perdida entre la niebla, una especie de pueblo fantasma en donde la gente deambula como sumida en un trance. Al llegar, como por obra de la "casualidad" se registra en un hotel situado justamente sobre el lugar en donde quemaron a la bruja. Luego de algunos incidentes sobrenaturales, Nan Barlow descubre que en pleno siglo XX, los habitantes continúan realizando prácticas satánicas por lo que su vida corre grave peligro.

The city of the dead (conocida en Estados Unidos como Horror Hotel y en algunos lugares de Latinoamérica como Aquelarre) es una película británica protagonizada por unos ilustres desconocidos, en donde solo es reconocible el nombre de Christopher Lee, único sobreviviente de esa época dorada del cine de horror sesentera que tenía entre sus principales exponentes a Peter Cushing, John Carradine y al más grande de todos: Vincent Price.

La cinta ciertamente no cuenta con una premisa que pueda considerarse muy original, sin embargo, tiene varios elementos que la colocan por encima de otras producciones del mismo género con mayor presupuesto. Se trata de un relato de horror gótico que cumple con todas las características de ese estilo visual y narrativo europeo. Cierto es que, las acciones no se desarrollan en un castillo, de hecho son pocos los escenarios (el hotel, una casa, el exterior de una iglesia, una librería, unos pasadizos subterráneos), pero sí encontramos el cementerio, la neblina, el contraste de luces y sombras proyectadas por las antorchas o velas, y la constante oscuridad detrás del personaje principal, que sugiere la presencia en este caso, de una bruja u otro ente maligno vigilando desde la penumbra.

The city of the dead coincide en algunos puntos - guardando las distancias - con la obra maestra del suspenso Psicosis de Alfred Hitchcock realizada el mismo año; ambas son protagonizadas por una rubia que se hospeda en un hotel alejado del mundo moderno, en donde no tiene la menor sospecha de lo que le espera (una mucho más inocentona y, por supuesto más virginal Nan Barlow que Marion Crane). Otra coincidencia resulta en el hecho de que en las dos, la desaparición de las protagonistas motiva que sus respectivos hermanos se den a la tarea de investigar lo sucedido. 

La atmósfera malsana e inquietante es reforzada con unos cánticos religiosos siniestros como los que posteriormente escucharíamos en películas de mayor fama como El bebé de Rosemary (1968) de Roman Polanski y La profecía (1976) de Richard Donner.

Hay quien asegura que la película se estrenó en Estados Unidos con clasificación X, en lo personal tengo mis dudas acerca de ello, porque esa clasificación fue creada por la Motion Picture Association of America hasta 1968. En todo caso pudo haber sido clasificada como R (Restringida), la cual recomienda que sea vista por mayores de 18 años o menores de 17 acompañados obligatoriamente por sus padres. Ahora que, las escenas de sexo y violencia son meramente sugerentes. Eróticas solo encontramos dos, una en donde la protagonista se desviste quedando en liguero y otra que, para la censura de la época puede considerarse un verdadero atrevimiento, ya que resaltan bajo un ajustado suéter, los pezones de una mujer mientras ésta es sometida por los seguidores de Satán. A propósito de la violencia, reitero que de igual forma, no hay crímenes explícitos, pero no es difícil imaginar qué sucede cuando vemos en un encuadre una mano blandiendo un cuchillo y en el siguiente a una mujer inofensiva lanzando un alarido.

Recomiendo verla a las doce de la noche (por aquello de que es la hora de las brujas), solo, y con la disposición de dejarse asustar durante poco más de sesenta minutos. Buena a secas, pero eso sí, muy entretenida.

0 comentarios :

Publicar un comentario